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Marta Trutxuelo García 

6 de enero. Suena el despertador a las 5 de la mañana. Compruebo que mis cuatro hijos duermen, al igual que mi mujer. Aprovecho la madrugada para evitar la confrontación entre ambos sobre cuál de los tres reyes magos interpretaré este año, así que, sin mediar palabra, consigo un consenso tácito. La alternativa del año pasado, Melchor, descartada por repetitiva, y la elección entre los dos restantes se realiza por un método objetivo e inapelable: la moneda sentencia la cara de Baltasar. Barba, corona y… ¿la capa? El tiempo corre y yo junto a él, cargado de regalos. Oigo murmullos en las habitaciones. ¿Qué hago? Entonces la veo… colgada por el cansancio del juicio de ayer; ella, compañera de pleitos, se brinda como resolución única para este día festivo.
Nada como la magia del día de Reyes. Mis hijos ni me ven, ni me reconocen… lleve capa o lleve toga.

 

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