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Eva María Cardona Guasch 

Arde el viejo edificio de Juzgados. Impresionan las llamas que todo lo devoran con una virulencia escalofriante, desafiando el ir y venir de bomberos. Nostálgico, decrépito, me vienen al pensamiento mis primeros juicios, los nervios en los pasillos, mis tímidos alegatos en la Sala que ahora se consume. No tardé en ganar confianza. Con desparpajo me gané las simpatías del personal. Las pocas funcionarias de entonces alababan mi buen vestir y el aroma fresco de mi loción. El Rey, me apodaban. Otros y otras vinieron que con su juventud me destronaron. Pasé allí buenos ratos, intensos encuentros con colegas, contendientes sobre el estrado, compañeros al bajar; amigos con los que compartir y disfrutar.
Todo quedó allí, en el viejo edificio que arde y se derrumba. Qué importa ahora la causa.
Se esfuman los momentos. Me afano en guardar los buenos en la bolsa de los recuerdos.

 

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