Imagen de perfilEl mayor espectáculo del mundo

Ernesto Ortega garrido 

A las 4 se abrió la sesión de sobremesa. El hombre bala, el principal sospechoso, había aparecido incrustado en el corazón de la mujer barbuda y todo apuntaba a un crimen pasional. Sin embargo, en el siguiente número el mago hizo desaparecer las pruebas y el público rompió en una gran ovación. No se podrían definir nuestros sentimientos. Tras el careo entre dos payasos que no hacían más que llevarse la contraria hubo una breve pausa. Todos nos reímos mucho pero nadie se los tomó en serio. A continuación un runrún se extendió por la sala. Era el turno del lanzador de cuchillos. ¿Su propósito? Demostrar el peligro de algunos números. Antes de finalizar la sesión, se anunció el veredicto y empezaron los abucheos: accidente laboral en lugar de asesinato. Desmontamos la carpa y continuamos la gira. Hacía tiempo que la justicia se había convertido en un gran circo.

 

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