Las desventuras de una abogada en su tiempo de ocio

Susana García Ruiz · Jerez (Cádiz) 

Leía la sentencia en la pantalla táctil del móvil. La adicción al trabajo se estaba volviendo preocupante. Si no hubiera sido su propia jefa, se habría quejado de explotación. El mes que viene cumplía 32 años y en los últimos 20 meses no había tenido ninguna relación. Vio el cartel y decidió inscribirse a bailes de salón. Tímida se presentó en el aula dispuesta a alejarse del frenesí de su vida diaria y a mecerse en los musculosos brazos de un profesor latino. No puede ser, exclamó. Había previsto la posibilidad de que su profesor fuera homosexual dando al traste con su fantasía, pero lo que realmente no pudo prever es que el especialista en tango fuera el juez de Instrucción n¡§1. Calculó las posibilidades de una fuga sigilosa, hasta que apreció las turgentes nalgas del Juez siempre ocultas con la toga, y vociferó me ofrezco voluntaria, señoría.

 

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