Hasta que dieron las seis

María Teresa Nevado García de la Cruz · Madrid 

Dicen que la muerte es negra. No lo es. Negra es la pena, la explotación infantil, la trata de blancas. Yo aprendí, tú me lo enseñaste, que la muerte es blanca y lleva las alas desplegadas. Acaricio la pantalla, como si fuera táctil, como si con ese estúpido movimiento que no ve nadie, que no sabe nadie, yo pudiera hacerte sentir. A ti, que ya no sientes -no quisiste-. La pantalla se apaga, sentencia. Siempre son otros los labios que la dictan, nunca los propios. Así debería ser siempre. Así debería haber sido. En el cartel, el espectáculo se anunciaba sin rejones ni estoques. Sólo un pequeño pájaro de acero. Cansado de juzgar y ser juzgado, acariciaste con su pico tu paladar hasta que dieron las seis. Y no hubo luz. Veo tu imagen, y sigues siendo, más que un juez, un profesor. Mi maestro. Hasta muerto lo estás siendo.

 

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