El quinto sentido

Rita Villarino Moure · Vigo 

Creo que sabía que sería su última clase. Al terminar se quedó sentado, esperando. A pesar de todos mis esfuerzos la sentencia fue devastadora: condena a trabajos forzados en una explotación minera. Levantándose del banquillo me confesó que habría merecido la pena si una sola persona volvía a sentir la dulzura de un beso. Esa noche acerqué por primera vez mis labios a los de mi mujer, como había visto hacer en las películas anteriores a la prohibición requisadas a los inculpados. Al día siguiente fui temprano a la universidad. Tuve el tiempo justo de coger el cartel de la puerta antes de que la Policía de Conducta se lo llevase con todo lo demás. Mientras acaricio a mi esposa en la cama pienso en el profesor y su conferencia: «Sensibilidad táctil, ¡¨pecado o privilegio?».

 

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