De puercos y niños

Enrique Osca · Valencia 

Marcelino Buendía, hijo de José Marcelo Buendía, reconocido más allá de la provincia por la cría y explotación de puercos; decidió continuar con el negocio familiar, aunque dedicándose a otro tipo de ganado. Sentía verdadera devoción por su trabajo, tal y como declararía tras ser detenido: «Amo ser profesor. Comencé a enseñar a leer con simples carteles y hoy utilizo la pizarra electrónica y pantallas táctiles. Merece la pena. Sin duda, la carne culta gana en sabor y propiedades». Sus vecinos, hoy vegetarianos todos, se reúnen en el bar del pueblo, frente al televisor, expectantes; es el día de la sentencia. Horrorizados recuerdan las últimas palabras que Marcelino les dirigió: «¡Hipócritas! Hoy me gritáis asesino, pero lleváis más de veinte años felicitándome por ofreceros los mejores embutidos del país».

 

 

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