Como decía ayer
Concha Martínez Miralles · Alcantarilla (Murcia)Cuando, después de años sin poder impartir clase en la universidad, el profesor Ming Xiadan abrió la puerta del aula, los alumnos lo recibieron con una ovación. No reconoció a ninguno de aquellos jóvenes que le mostraban respeto y admiración, y sin embargo podrían ser los mismos de entonces. La tierra apenas había dado unas vueltas por el firmamento y el mundo de pronto era otro, más amable y justo: la sentencia le devolvía su libertad. Un cartel que tapaba los cristales y que impedía ver la lluvia de afuera decía: “Nadie puede hacerte inferior, ni someterte a explotación, sin tu consentimiento. No permitas que ocurra”. Eran palabras suyas. El corazón se agitaba dentro de su pecho y un nudo le atravesaba la garganta, pero no era suficiente, por eso acarició su nueva mesa de profesor, para tener también la certeza táctil de que no estaba soñando.