Sonrisa Balsámica

Juan Antonio Pérez Morala · Madrid 

Amanecí casi dormido, miembro de pleno derecho de la asociación de “marmotas unidas”. Me preparé un café bien cargado acompañado de mermelada de arándanos. Mientras lo removía, constataba que mi separación matrimonial era un misil contra mi vida afectiva y económica. Acababa de pagar el alquiler y dos meses de fianza por un inhóspito apartamento de urgencia, que se me caía a plomo. Mi único alivio era la custodia compartida de Alejandro y María. En el juicio, mi abogada me miró compasiva al subir al estrado. Al terminar nos dirigimos al Pub de enfrente para comentar algunas incidencias. Mi compañera y amiga letrada, ya relajada, con la toga recogida entre su pecho y su mano izquierda, precisamente la izquierda, me dijo:-Te conozco desde hace tiempo y sé que has sido generoso en lo esencial. Su sonrisa se trenzó a la mía.

 

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