Mala Deuda

José María Izarra Cantero · Burgos 

Había dormido como una marmota (es decir, 23 horas seguidas), después de permanecer tres días enteros sin pegar ojo para reunir la fianza impuesta a un hermano suyo, concejal, acusado de corrupción, contra el que se había dictado prisión preventiva. Se puso a desayunar. Se le derramó un poco de mermelada sobre la blusa impecable, señal de que estaba nerviosa. Y con razón. Esa misma mañana empezaría a pagar la deuda contraída hacía dos noches con un narcotraficante, y para ello tendría que subirse al estrado e hilvanar un discurso mentiroso en calidad de abogada de la defensa. Y luego, si se le antojaba o no a aquel delincuente, quizá se viera obligada a encamarse con él. Se había convertido en su esclava. Probablemente, de por vida. Acudió a su despacho. Cogió el abrecartas en forma de daga que tenía encima del escritorio, y lo metió en el bolso bandolera.

 

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