La mermelada

Yolanda Nava Miguélez · Trobajo del Camino (León) 

El portazo sonó a música celestial ya que venía precedido del anhelado silencio. Los gritos comenzaron a la hora del desayuno: no quedaba mermelada. Primero una queja, después los gritos y esa ira incontenible que descargaba con furia sobre ella. Al menos en está ocasión sólo sufrió un leve empujón, que no le dejó marcas. Se vistió con rapidez pues el juicio comenzaría en una hora. Era la abogada de un importante traficante de pieles: nutria, visón, marmota… su defensa era todo un reto profesional en el despuntar de su carrera. Llegó puntual. La vista comenzó y, en el estrado el hombre que horas antes la agredió, ofrecía ahora un semblante sereno y seguro, propio de quien tiene la gran responsabilidad de administrar justicia. En tono frío e impersonal fijó la astronómica cifra para la fianza. De soslayo la miró, iracundo.

 

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