La marmota impaciente

Elena López Silva 

Llegó a casa con un hambre canina tras una agotadora mañana en la que había conseguido que su cliente quedara en libertad. Se relamía cada vez que recordaba la frustrada expresión del fiscal, que no fue capaz de lograr siquiera un valor elevado para la fianza. Era la reina del estrado. Aún así, sus compañeros se habían acordado de que hoy era su cumpleaños. Desenvolvió la tarta que habían preparado presa de una gran excitación. Se sentía tan generosa que le dio un trozo a su perezosa marmota, que se despabiló al sentir el olor de la mermelada. Al probarla, pensó que era lo más delicioso del mundo. Después de todo, quizá sí era apreciada por sus compañeros. O quizá no. Al notar el sabor amargo en su garganta, la abogada se giró alarmada hacia la jaula donde la marmota yacía muerta sin que hubiera ningún rastro de la tarta.

 

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