La Fianza

¡µngela Martínez Duce · Oviedo 

Untaba la tostada de mermelada de fresa. Lo hacía de forma mecánica. Había dormido como una marmota; la pesadilla recurrente, esa noche, sólo había aparecido a primera hora. Tomó un sorbo de café en un intento de conjurar las telarañas del sueño. A continuación cogió otra rebanada, como siempre, la untó de aceite. Miró la silla de enfrente, estaba vacía. A pesar de todo había costumbres que nunca podría olvidar. Un escalofrío la recorrió cuando escuchó el ruido del teléfono. Se sonrío, ya no debía temer nada. Era Marta, su abogada. Una sola palabra penetró en su pensamiento como un disparo de muerte; fianza. Temblando, se escurrió por la pared hasta quedar sentada en el suelo. El auricular del teléfono yacía a su lado, emitía palabras entrecortadas. Las lágrimas rodaban por su mejilla al tiempo que se maldecía por haber subido al estrado.

 

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