Ilustración: Juan Hervás


Solo en casa

Dulce García Lemos · A Coruña 

“Cinco días solo”, se dijo mientras trataba de encestar los calcetines y la ropa interior en la canasta de la ropa sucia. Había animado a su mujer y a su hija a irse de viaje; necesitaba tiempo para trabajar sin interrupciones. El mismo día en que regresaban, presentó el alegato sobre el maltrato del perro de su defendida. Aunque había claros indicios de que el animal había atacado al demandante, el abogado consiguió ganarse al jurado mostrando la herida que la punta del paraguas del demandante le había causado en el lomo. Llegó a casa calado por la lluvia pero satisfecho con su intervención. Las maletas estaban en la entrada y en el salón, su hija, llorando, le lanzó una mirada de odio abrazada a la pecera de la tortuga muerta. Sólo entonces recordó el cartelito escrito con letra infantil: “Papá, no olvides echarle comida todos los días”.

 

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