Procedente del mar

Antonio Anasagasti Valderrama · Cádiz 

No había ni indicios de lluvia, pero Mario apareció en la sala, justo antes de leer el alegato, con el pelo mojado, los calcetines empapados y sosteniendo un cubo de plástico añil con el caparazón vacío de una tortuga que parecía haber sido devorada. Su cliente, un hombre enjuto y con cara adusta, al que la policía había pillado in fraganti en el interior del Aquarium de Madrid cuando comía crudo un atún que había pescado allí, miró al abogado fijamente y se puso a temblar. El letrado, inmediatamente después de declarar que el acusado no era dueño de su voluntad, le lanzó el cubo de agua encima y, éste, se cubrió de escamas rosadas.

 

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