Juego de niños

Miguel Angel Rodríguez Artigas · Canelones (Uruguay) 

“No llores, sólo se trata de un juego”, decías, cuando la vida se ufanaba de tener nueve años y jugábamos a los abogados. Cubría y descubría tu cabeza un gran calcetín, como birrete, según fueras jueza o representante legal. Aunque tus alegatos eran contundentes, resultabas buena ganadora. Si me derrumbaba en llanto, tus caricias daban consuelo. A esa edad, cuerpo y moral abolidos, juramos casarnos. Lo hicimos: tú, con la abogacía; yo, con la mujer que patrocinaste y acaba de arruinarme. Los años nos tendieron esta celada. Como ayer, saliste airosa. Apenas Rita, mi tortuga, sorteó la debacle. Desde hoy seré ninguno. ¿Qué importa? Importa sí que cuando presumía no quedaban indicios de niñez, viniste a mí. “Gané, pero siento que lo perdí todo”, dijiste, mirándome con la infancia recobrada. En tus ojos se cumplieron los presagios de lluvia. Agradecido, busqué reconfortarte: “No llores; sólo se trata de la realidad”.

 

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