Historia de una abuela
Nuria Perarnau AndrésLa lluvia golpea sin piedad el cristal de la ventana mientras yo espero, resignada, las palabras de mi interlocutora acerca de los hechos. Nada, sólo me relata sus años de juventud mientras zurce un desgastado calcetín y como no muestra indicio de cambio, mi mente comienza a distanciarse. Con el ceño fruncido mi vista se detiene ante un diminuto terrario, donde una tortuga yace muerta. Sin embargo su comida flota, reciente, en el agua. Con una mueca de desesperación en mi rostro, vuelvo a concentrarme en mi testigo. No podré basar mi alegato en su confesión, dudo mucho que haya visto nada pero sonrío al recordar un dicho de mi abuela: ¡habré perdido mis sentidos, pero nunca me abandonarán mis recuerdos! Miro de nuevo a la anciana y esta vez, cómplice, asiento. Comienza a interesarme su historia.