El garito

Nuria Gómez Lacruz · Madrid 

Llueve. Tengo miedo. ¿Qué pena pedirá el fiscal? Tiene fama de duro. Voy al Juzgado a paso de tortuga, mientras la lluvia empapa mis calcetines. El abogado defensor gana un noventa por ciento de los casos. Pero ¿y si pierde esta vez? Estoy temblando. Mi futuro depende del criterio y la sabiduría del Juez, de que sepa o no distinguir los indicios de las pruebas, la verdad de la mentira. Dicen que es muy bueno. Eso me inquieta. Me registran en la entrada del imponente edificio. Subo a la sala. El Juez abre la sesión y mis manos sudan. Me dispongo a escuchar los alegatos de las partes, mientras palpo en el bolsillo del pantalón el ticket de la apuesta ilegal que hice ayer en el garito de los milaneses: un millón de dólares a que el asesino asqueroso que se sienta en el banquillo es declarado inocente.

 

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