Día de juicio

Patricia Jiménez López · Rivas Vaciamadrid (Madrid) 

Nadie sabe cómo ni cuándo perdió la cabeza, no hubo indicio alguno. Sólo se sabe que siempre quiso ser abogado; un histriónico abogado de película. Trabaja en silencio, entre sus cartones, concentrado, día tras día. Su pluma es un bolígrafo sin tinta, sus papeles un viejo periódico, su código penal un cuento infantil y su teléfono, donde a veces recibe llamadas de sus clientes, es en realidad un calcetín raído. Todos los miércoles abandona sus cartones y se coloca en medio de la calle. Entre los enormes cuellos de su enorme abrigo saca la cabeza como una tortuga y expone con vehemencia su alegato. De vez en cuando calla, escucha. Luego continúa. La lluvia resbala por su cara y empapa su ropa. Nadie siente compasión, todos ríen o le rehuyen… Pero él no se da cuenta, él está en el juzgado, ante el juez, siendo lo que siempre quiso ser.

 

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