Inocencia

Remedios Mondejar Pedreño · Murcia 

Una llamada telefónica me despertó sobresaltado. El calor, la humedad en Nairobi, era sofocante. Me asomé a la ventana a respirar un poco de aire fresco. El suelo de la calle estaba cubierto con panfletos de las últimas elecciones. Tomé una ducha, me vestí y salí rápidamente hacia la dirección que me habían indicado. Cuando llegué todo estaba desierto y desordenado. El lugar era modesto, unos bancos de madera servían para que el acusado se sentara; unos pupitres hacían de mesas para las partes y unos viejos atriles eran más que suficientes para el Tribunal. De repente gritos, gentío y revuelo de papeles. Nadie seguía las reglas del juego. Los más elementales Principios del Derecho, eran inexistentes. Nadie entendía ni de plazos y mucho menos de Resoluciones. Mi único cometido aquí era defender el derecho de una niña a seguir siendo eso, una niña. Mi único testigo: Un eminente ginecólogo.

 

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