Fajos de billetes

Nuria Gómez Lacruz · Madrid 

Era 1973. Yo tenía veinte años y en mis ratos libres repartía panfletos salidos de imprentas clandestinas en los que pedíamos amnistía general, amor libre y más impuestos para los ricos. Ahora sonrío al recordarlo… Nuestro cacao mental era grande, si no cómo explicar esa mezcla de reivindicaciones. Un sábado me echaron el guante y el Juez dictó una resolución dándome siete días de plazo para pagar una fianza tan desproporcionada que ni mi familia ni el partido pudieron sufragar. Mi abogado pensó en recurrir, pero mi ginecólogo se adelantó y depositó en el Juzgado cincos fajos abultados de billetes de mil, suficientes para dejarme libre, aunque muy inquieta ante las desconocidas razones de tanta generosidad. ¿Qué pretendía el doctor? ¿Debería haberme negado? Ahora, casada con él, sigue haciéndome pagos en billetes atados con una goma, sin motivo aparente, que recibo con el mismo desasosiego de aquella primera vez.

 

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