Secuestro en la Nube
José Luis Barros JustoCuando el secuestrador se puso en contacto conmigo, entré en pánico. Su voz sonaba abusiva, tajante. Me ordenaba transferir una elevada cantidad de dinero o matarían a mi hijo. Escuché atentamente sus instrucciones, no me podría perdonar que algo malo le ocurriera. En aquel momento me encontraba en una importante reunión con mis socios del bufete. El escenario perfecto para acceder a sus pretensiones sin dudar. Tardé unos segundos en reaccionar y documentar mentalmente la situación. Entré en la sala contigua. Él acababa de llegar y se le veía tranquilo, ajeno a lo que estaba ocurriendo.
Habíamos quedado para comer y, como siempre, llegaba demasiado pronto. Corté la llamada pensando en las veces que dije: » hay que ser incauto, para caer en esto». Yo, como cualquier padre, también habría caído…
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Los amigos de lo ajeno saben agenciárselas para sorprendernos. La gente que está en su mundo no espera una maldad así, por eso, como tu personaje, cualquiera puede caer, más aún un padre, obnubilado por su comprensible preocupación y sentimientos. «No me podría perdonar que nada malo le ocurriera» resume bien ese sentimiento que todos entendemos. Confieso que, si no he comentado antes tu relato, que pone el sentimiento por encima de todo, ha sido por desconocimiento personal sovre este tema. El título lo dice claro y Google ayuda. Siempre se aprende. Suerte con esta interesante historia y un saludo, José Luis
Muchas gracias Ángel, tanto por el comentario como por tus deseos.
Ruego disculpes la errata, José Luis, ese «sovre» en lugar de «sobre». Con el móvil no me manejo igual que con el teclado.
No te preocupes Ángel. La culpa es de Cristopher por poner ambas letras tan cerca.
Un saludo
Christopher