Consecuencias
Ana María Abad GarcíaEl día de nuestro aniversario, al filo del amanecer, se cayó el panel solar del tejado y derribó la palmera bajo la que nos habíamos casado veinticinco años antes. El estrépito fue tal que nos despertó. Yo contemplaba atónita y compungida los destrozos cuando mi marido, rojo de furia contenida, empezó a increparme y a acusar de negligencia letal mi tardanza en cambiar aquel cable que llevaba semanas flojo. Yo respondí que igual se podía haber ocupado él, y en diez minutos de intercambio de gritos airados convertimos la plata de aquellas bodas en peltre oxidado y sin valor. A la mañana siguiente, mi abogado me comunicó por teléfono la demanda millonaria de mi marido por daños y perjuicios y, aunque sus buenos oficios consiguieron el sobreseimiento del absurdo caso, ya nada pudo recomponer los añicos de mi destrozado matrimonio.
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Otro matrimonio finalmente devastado por el poder del dinero es el tema en el que se desliza la hábil metáfora de la palmera, que representaba la unión de esa pareja, y que resultó arrasada por la dejadez de ambos. Suerte con tu micro, Ana María. Un abrazo.
Muchas gracias Francisco Javier.
En estas cosas siempre terminan pagando el pato los más inocentes, en este caso y a falta de niños, la pobre palmera.
Un saludo.
¡Pobre palmera! Quién sabe, igual renace de sus cenizas como un corazón roto.
Esperemos que así sea. Ya que ese matrimonio era imposible de recomponer, quizás su final sea el inicio de una nueva etapa con un nuevo amor y una nueva palmera, más alta y frondosa.
Gracias, Margarita.
Si no se hubiera caído la palmera, tal vez habría habido otro aniversario anodino, tantos matrimonios que se sostienen por las cosas… En fin, espléndido relato, doloroso retrato de la más común de las realidades. Enhorabuena, mi voto y un saludo
Muchas gracias Nicolás, tan acertado como siempre. A veces es mejor romper la baraja y aceptar el cambio que seguir por un camino que no lleva a ninguna parte. Eso, sin embargo, no significa que sea fácil…
Una prosa muy sentida.
Felicidades y mi voto.
Muchas gracias David, me alegro de que te haya gustado.
Bueno, los cónyuges pueden litigar entre sí, al igual que los “colaboradores” de ciertos programas de TV se arrojan querellas y demandas entre ellos.
Suerte, Ana María.
Un abrazo.
Yo sospecho que las corrientes subyacentes de este matrimonio ya eran algo tormentosas, y el derribo de la palmera no fue más que la gota que colmó el vaso, una excusa para litigar y para cambiar de aires.
Muchas gracias por leer y comentar, Manuel.
Me da la impresión de que este marido habría demandado a tu protagonista aunque la palmera fuese tamaño bonsái y no hubiera causado daños. Solo buscaba una excusa.
Muy bien escrita la historia, Ana.
Te deseo mucha suerte. Ahí va mi voto.
Un abrazo.
Jajaja, pues es muy posible, bien visto Gabriel.
Muchas gracias por tu amable comentario y por tu voto.
Besazos.
Un aniversario y un epílogo a un matrimonio. Era evidente que la palmera fue la excusa, tal vez y de manera simbólica por haber estado desde el principio del matrimonio. Nunca se sabe qué decisiones son las más acertadas, pero sí, al menos, intentar vivir lo mejor posible con las decisiones tomadas, aceptando sus consecuencias. Mi voto, un abrazo y mucha suerte.
Muchas gracias, Juan Manuel.
A veces paga el pato quien menos culpa tiene, en este caso la palmera, que a la pobre ni siquiera la dejaron decidir.
Me ha encantado.. hay mucho, pero mucho dicho entre líneas en este relato. Mi enhorabuena por contar tanto en tan pocas letras. Su relato me ha llegado al corazón. Un abrazo, mi voto y suerte.
Muchas gracias María, me alegro mucho de que te haya gustado. Lo bueno que tienen los microrrelatos es que en tan pocas palabras no cabe más que un esbozo, por lo que cada lector los puede interpretar a su gusto.
Besos.