Imagen de perfilNO SIN ELLA

ÁNGEL SAIZ MORA 

Enamorados de la isla, su mujer y él habían decidido establecerse. Nunca pensaron que lo improbable irrumpiría, el edén se torno infierno.
Las autoridades les conminaron a recoger lo imprescindible durante solo quince minutos. Ya evacuados, él cayó en la cuenta de que con tanta premura había olvidado algo vital que debía preservar.
Su mujer no pudo hacer nada por detenerlo. Consiguió abrirse paso a través del cerco policial, bajo un rugido de fondo, olor a azufre y la amenaza bien visible.
La lengua de rocas derretidas comenzaba a engullir la casa. Con enorme riesgo para su vida logró salir indemne antes de que se desplomase.
Habían perdido mucho, aunque no le iba a faltar trabajo para ofrecer asistencia legal a quienes, igual que ellos, se quedaron sin vivienda.
El tejido de la toga parecía más resplandeciente que nunca, a pesar de las cenizas.

 

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