Las mil y una noches
David Villar CembellínLos cuarenta ladrones celebraron una fiesta tras su absolución, la fiscalía no había visto delito de prevaricación o cohecho. De la lámpara maravillosa nació una reforma de la Constitución, artículo 155, que anteponía el pago de deuda externa al resto de derechos. En Samarcanda, la ciudadanía salió a la calle en señal de protesta —y por la subida de las pensiones—, pero nadie les hizo mucho caso. Hacía demasiado tiempo que en el lejano oriente el poder legislativo, ejecutivo y judicial vivían en concomitancia. El sultán emérito dejó su sitio a un nuevo sultán: su hijo. A los visires, expertos magos capaces de hacer brotar másteres de universidad de su sombrero, les pareció bien. Todo debía cambiar para que todo siguiera igual. Las esperanzas de que en ese cuento algo mejorara se fueron volando como en una alfombra voladora. La satrapía estaba de aniversario. Sherezade lo narraba llorando.
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El relato tiene un error: es el art. 135, no el 155.
Antes de que alguien me lo señale, acertadamente, ya entono yo el mea culpa.
Borchenoso.
Gran relato pese a la errata. Votado. Suerte.
Un ácido relato, muy distinto y distante al tono de los demás.¿Será la Constitución un cuento?. Yo pienso que, a pesar de todo, no lo es, pero viene bien un aldabonazo a nuestro conformismo. Un voto y suerte.
Creo que Sherezade llora a veces, pero otras no, porque está cumpliendo su función de defensora de su propia vida y de las demás mujeres del harén y de todos los habitantes del sultanato: cada noche de más de cuarenta años (muchos miles de noches) ha narrado una historia, muchas con final feliz, todas con su moraleja. Ha conseguido que el sultanato no se entregue a una lucha fratricida y se extinga.
Mi voto para tu propuesta discrepante. Suerte, David.
Buena sátira , me suena