CUÉNTAMELO OTRA VEZ
Esperanza Temprano PosadaDe pequeña quería ser peluquera y después, monitoria de aerobic. Jamás dijo que seguiría mis pasos como abogada, aunque había que estar muy ciego para no ver que la vocación la llevaba en la sangre. Cuando era niña le leía el flautista de Hamelín y disfrutaba con sus ojillos repletos de fascinación por un hombre que con una simple flauta defendía los derechos de la ciudadanía, librando a un pueblo de las ratas. Otras veces me agotaba cuando se convertía en acusación particular contra los cuarenta ladrones por pervertir al bueno de Ali Babá, aunque siempre terminaba diciendo “cuéntamelo otra vez”. Hoy el destino une nuestras togas y mientras yo celebro mi veinticinco aniversario de profesión, ella jura la Constitución como nueva letrada. Este oficio le viene como anillo al dedo y estoy segura de que dentro de poco compartirá sus éxitos conmigo y entonces diré “cuéntamelo otra vez”.
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Esperanza, muy buen relato. Me ha gustado mucho el juego que haces con la frase: “cuéntamelo otra vez” y que da título a tu relato.
Un saludo y un voto.
Tu micro, Esperanza, es el reverso (o el anverso) del de Amparo: los cuentos tradicionales sí permiten trasladar el relato jurídico, si bien exigen un esfuerzo de reconsideración de los hechos desde el punto de vista jurídico, puesto que el liberador de ratas (o chantajista o no, defensor de su salario justo) no es un abogado, y el valiente era un sastre no un abogado, y Alí Babá no era jurista (aunque en estas mismas páginas yo hablaba del abogado Babá).
Gracias, y mi voto, por hacernos pensar.
Suerte, Esperanza.
Mi favorito.
Muy chulo, Esperanza.
¡Suerte!