Reloj no marques las horas

Jesús Suárez González · León 

La noche avanzaba y yo me consumía entre pruebas que nada aclaraban y sentencias que a poco respondían. La hora fatal llegaba en forma de plazo inexorable. El alba me pisaba los talones y no encontraba la clave precisa, el certero argumento que podría llevarme a la victoria. Era como jugar a la lotería sabiendo que ni siquiera tocará el reintegro. En aquel recurso de suplicación, contra la que un día fue mi empresa, me jugaba no sólo una buena minuta, sino también mi reputación y mi prestigio, si algo quedaba de ambos. Pero mi supuesta pericia jurídica se había declarado en huelga, en el momento más inoportuno levantaba el vuelo y me abandonaba. Quizás nunca debí aceptar ese asunto, pero era un postre tan delicioso como inalcanzable. A los abogados nos encanta aceptar los retos imposibles. Tal vez porque, alguna vez, hasta podemos ganar.

 

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