Imagen de perfilVacaciones, las justas

Marta Trutxuelo García 

Última noche de agosto. Mientras mi mente se columpiaba entre la vigilia y el sueño me invadieron varias imágenes: Lexnet… procuradora… tramitadora judicial… cliente… La temible cuádriga… ¡El abogalipsis! Me incorporé sudando y en ese momento un monstruo de otro tipo se abalanzó sobre mi cama: «¡Papiiii! ¡Arriiiba!» Sonreí. No importaba si Lexnet no funcionaba, ni si María, la procuradora y Eva, la tramitadora judicial no contestaban a mis llamadas, y menos aún hacer esperar a Nicolás, el cliente que seguiría apostado en la puerta de mi despacho. Mi futuro inmediato me observaba con sus alegres ojos verdes. Este año nuestro bufete había decidido promover cambios para conciliar la vida familiar. Gracias a ello y a la conservación de unos días, podría estirar las vacaciones hasta principios de setiembre. «El año judicial y el abogalipsis pueden esperar», musité mientras daba la mano a mi hijo Ángel para llevarlo al colegio.

 

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