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Marta Trutxuelo García 

Lo admito… siempre he vivido de rentas. A falta de vocación definida, decidí estudiar Derecho, como mi hermano, para amortizar su inversión en manuales. Cuando éste murió en un accidente, además de sustituir el «hermanos» del letrero de nuestra firma de abogados por mi nombre de pila, sus clientes nutrieron mi cartera cuantitativa y cualitativamente. También heredé su secretaria y su costumbre de desaparecer dejando expedientes huérfanos sobre mi mesa. Así pues, esa noche pedí algo de la cocina del bar para hincar el diente a algo más sabroso que aquellos papeles… Tuve suerte, según el amable médico de urgencias la ingesta había sido moderada y la intoxicación, leve. Conforme masticaba aquella comida había leído en el expediente de mi hermano:»Gestionar demanda de afectados por listeriosis provocada por…». Mi reacción, también unánime: enarcar ambas cejas y escupir el resto de aquella carne mechada. Sí… gracias a las rentas, sigo vivo.

 

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