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Nicolás Montiel Puerta 

Siempre se aparece en la cocina, el primer lunes de cada mes, a la hora del desayuno. Trajeado, pulcro, impecable, acostumbra a perder su mirada a través de la ventana.
El primer día que lo vi por poco me da un infarto. Me giré después de sacar la leche de la nevera, y ahí estaba él, enarcando las cejas, concentrado en el contenido del papel que sostenía su mano derecha.
— Son unas notas para la vista de las diez, soy abogado — me dijo en tono amable.
Obviamente, dada mi torpeza para gestionar las presencias sobrenaturales, no dije ni mu. Eché a correr y me encerré en el baño. Él atravesó la pared y me contó su historia.
No sabe por qué está en mi casa, ni hasta cuándo. Y encima, sólo yo puedo verlo. Laura no sabe que vive con un fantasma… o con dos.

 

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