Defensa contra la ceguera
Gabriel Pérez MartínezMe han asignado un recluso por el turno de oficio. Cumple condena tras dar una brutal paliza a un subsahariano por la única razón de no ser blanco. Ahora, mantiene que ama la diversidad, no obstante, hace una semana, en el gimnasio de la cárcel, le partió las dos piernas a un magrebí que según un funcionario de seguridad solo le preguntó la hora. Mi cliente sufrió desprendimientos de retina tras resbalar cuando huía de la escena del crimen y golpearse ambos ojos contra una barra de pesas. Tuvieron que operarlo de manera urgente, pero los médicos sostienen que recobrará la visión en unos días. A mí me toca representarlo; es mi responsabilidad. Y creo que ser abogado de alguien con quien no comparto nada, me puede fortalecer, también, como persona. A ver cómo reacciona cuando se recupere y descubra mis raíces nigerianas.
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Nos has dejado sin saber el final de la historia, Gabriel, aunque me temo que no va a ser feliz, precisamente: los prejuicios son difíciles de erradicar, sobre todo en personas tan extremistas.
Suerte con tu abogado y también con el micro. Besos.
Muchas gracias, Ana María.
Besos.
A veces se nos olvida que no nos corresponde a nosotros juzgar, y el abogado, conviene no olvidarlo, es un técnico que debe ejecutar con la mayor de las responsabilidades y la mejor disposición un trabajo imprescindible para el espíritu de la sociedad. Brillante relato, enhorabuena, mi voto y un abrazo
Mil gracias, Nicolás.
Un fuerte abrazo.
Me encanta ese final, ojala poder ver la cara de ese individuo al descubrir el color de la piel de su abogado.
Pues sí, a mí también me gustaría ver su cara… :-)
Muchas gracias, Rosalía.
Un abrazo.
Admiro tu tenacidad y tu deseo de mejorar como persona, pero me da a mí (y no quiero aguarte la fiesta) que has perdido el juicio.
El relato, no, el relato es ganador.
Jajajaja. Siempre hay que perder un poco el juicio…
Muchas gracias, Margarita.
Un fuerte abrazo.
Dicen que la justicia es ciega y, a veces, hay que estar ciego para ser justo. Quiero creer que el cliente recobrará la visión pero empezará a ser justo y no se fijará, no vera, los fantasmas que veía antes.
Mi voto, Gabriel.
Esperemos que así sea, Manuel.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Cuando tu cliente recupere la vista, tendrá que asumir que su defensa la va a ejercer alguien al que él cree es un ser inferior por su raza, y tendrá que aguantarse , y es posible, a lo mejor, que se de cuenta, que lo hace igual o mejor que uno de su misma raza. Mi voto y abrazo.
Ojalá que el cliente se dé cuenta de que debe cambiar. Esperemos que descubrir la raza de su abogado sea el revulsivo.
Muchas gracias, Francisco.
Un abrazo.
A este abogado le va a resultar difícil defender con contundencia y argumentos a ese sujeto que tiene por cliente, aunque si es un profesional lo hará. A ese cliente, le va a resulta difícil ser defendido por alguien a quien odia de entrada, pero quizá aprenda algo con ello.
Un relato que demuestra que la vida, en muchas ocasiones, somete a los pobres mortales a pruebas que parecen grandes impedimentos, pero que no son sino aprendizajes. La realidad, es tozuda, siempre se impone.
Un abrazo y suerte, Gabriel
Tus comentarios son siempre una maravilla, amigo Ángel.
Muchas gracias y un fortísimo abrazo.
Buena narración y un giro final… inquietante para el cliente, claro.
El turno de oficio nos depara estas sorpresas.
Enhorabuena y mi voto
Muchas gracias, Santiago.
Un abrazo.
Bufff… qué relato tan crudo!
Por un lado el deber del abogado y por otro el «objeto de deseo» del representado… gran dilema!!!
La incógnita final es lo mejor de esta historia… bravo, Gabriel!!!
Te envío mi voto acompañado de un fuerte abrazo!
Marta
Muchas gracias, Marta!
A ver si el cliente, cuando recupere la vista, abre, por fin, los ojos…
Otro fuerte abrazo para ti.
¡Qué gran dilema se le plantea al abogado…
De momento, la ceguera ayuda al recluso a estar relajado pero, en cuanto abra un ojo…esa segunda parte nos la tenemos que imaginar.
Es un relato brillante, Gabriel, te deseo suerte y te doy mi voto.
Un saludo.
Mil gracias, Aurora.
Difícil que el representado cambie, pero ¿por qué no? (Ojalá que sí).
Un abrazo.