Cada veintiocho de junio
Luis BañeresAl letrado Julio Montero le decían Julito por amanerado y vistoso, y aunque no fue gay confeso, siempre le sospecharon amores convexos. Cuando oficiaba de turno, tuvo que ayudar a muchos, alegando despiste sexual para evitar el escarnio. Su intervención en sesiones donde se juzgaba el roce entre iguales, resultó fundamental para sentar memoria y preservar muchos armarios.
Sus alegatos sedujeron a tribunales y jurados, con sus característicos cambios de voz, y su gestualidad de esgrima. Julito desplegaba en la sala el arte que le fue prohibido.
Cuando los tiempos se modernizaron y llegó el Orgullo, nunca acudió a ninguna concentración, y el colectivo le evitó la mención por respeto.
Julio Montero tuvo muerte incierta, y algunas lenguas resentidas cantaron sida. Desde aquel día, alguien retira de su lápida las pintadas que aún le dicen Julito, y deja un ramo de violetas.
Eso sucede con puntualidad cada veintiocho de junio.
+23
Queremos saber tu opinión
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Una historia triste, pero que afortunadamente cada vez queda más para tiempos pasados y superados. Mi voto y mucha suerte.
Muchas gracias Juan Manuel!
Muchas gracias Juan Manuel!
¡Gran final! Muy bien cerrado.
Gracias, Carolina
Enhorabuena, Luis. Una historia muy sentimental.
Ahí va mi voto.
Se agradece, Juan Carlos
De nada, Luis. Buena suerte.
De nada, Luis.
Tu relato tiene música.
Un saludo, Luis.
Vaya. Qué bonito!. Mil gracias, Margarita