Ilustración: Juan Hervás


Vocación

Teresa Álvarez González · Córdoba 

La pasión de mi padre por el derecho y su frustrada carrera como abogado hicieron que pusiera todas sus esperanzas en mí. Así, como el que mete un trozo de barro en un horno esperando que salga un ladrillo, me regaló el día que cumplí diez años, en vez de un libro de Salgari, el Código Penal, con sus apéndices y todo. Si hago inventario de mi biblioteca de adolescente, excepto una decena de libros de cuentos que me trajeron mis abuelos, todos eran de editoriales jurídicas. Con quince años estrené la cédula de socio de Abogados sin fronteras. Mi padre, que carece por completo de sentido del humor, me echó de casa el día que me matriculé en la Escuela de Arte Dramático, a pesar de que le juré que me especializaría en interpretar papeles de abogado.

 

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