UN NUEVO RUMBO

Belén Sáenz Montero · MADRID 

Como suele suceder a mediados de mayo, ha vuelto el invierno. Desde el ventanal de la cafetería miro cómo revolotean las hojas en las escalinatas del juzgado y pienso en el mar. Igual que un chiquillo, encuentro una cometa imaginaria y vuelo lejos agarrado a su cola. Entonces suena el móvil y aterrizo aferrado a un dilema. Un gerifalte del partido gruñe porque mi cliente va a tener que comparecer, dice que el coste político es demasiado alto. Dos funcionarios hablan sobre corrupción en la mesa de al lado y, cuando oigo la opinión del camarero sobre la justicia, tomo una decisión. Pago el café, bajo a los servicios y olvido intencionadamente el maletín con el dinero de la fianza. Soy un buen abogado y saldré adelante donde el aire sea más puro. Cojo un taxi y me voy directo al aeropuerto. Para este viaje, no es menester alforjas.

 

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