Por una liga

Graciela Galdo Vigo 

Nunca pensó que ella lo engañaría y firmó aquel escrito pensando que era legal. Confiaba en aquella mujer que le había descubierto lo que era el amor y firmó su ruina, estaba desahuciado ante sus colegas, ante su familia. Y todo por aquella rubia que, con tanta seguridad, había entrado en su consulta y le había mostrado su liga asomando por debajo de la falda, aquel mismo día decidió suspender todas su citas para amarla encima de la mesa del despacho y a partir de ese momento ya no vivió más que para complacerla. ¿Qué iba a hacer si su madre se enteraba?¿Cómo iba a explicarle que el ilustre abogado que ella había querido que fuera ya no era más que un hombre enamorado en manos de la mujer equivocada? Por eso, la nota de despedida sólo decía una cosa: Te quiero mamá.

 

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