La minuta

Eva María Cardona Guasch · La minuta 

Mi padre solía quejarse de la falta de disciplina que imperaba en casa: “¡Aquí no hay ni rey ni rock!”. Tampoco él era un ejemplo, siempre preocupado por encumbrarse en la profesión, prosperar en sus negocios y trepar en política. Igual le daba promulgar pragmáticas domésticas que incumplirlas. Jamás sentí su afecto. Mi hogar era un cactus del que me alejé para no pincharme más. Un día me largué y no volví ni para enterrar a mi madre. Me convertí en un bribón. Sobreviví a base de chanchullos. El último me vino muy grande y necesité ayuda. Nadie mejor que él para salir del embrollo. Me presenté en el bufete de mi padre, ya mayor. “Tendrás que pagarme”, dijo sin ironía. Me defendió y consiguió un buen acuerdo con el fiscal. Cuando vi la minuta quise impugnarla por excesiva: “TOTAL: Perdóname”. Finalmente, decidí pagar: “Y tu a mí”.

 

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