LA éLTIMA ESPERANZA

María Teresa Fernández Seguí · Madrid 

Con un ligero temblor sus manos sujetaban el escrito donde solicitaba suspender la pena impuesta a su defendido. Cuando la noticia llegó al despacho desató una explosión de entusiasmo, un caso tan mediático suponía entrar en la primera liga de los bufetes y él, un abogado de probada experiencia y sobrada ambición, era el idóneo para defender a un personaje tan ilustre. En apenas unos días cámaras y micrófonos lo perseguían sin descanso, su nombre dejó de ser anónimo y su rostro comenzó a ser asiduo de los informativos. El entusiasmo inicial dio paso a la inquietud y esta a la angustia, ganar era ahora algo vital. La sentencia de culpabilidad llegó arrasando y junto a la libertad de su cliente se llevaría su presente y su futuro. Sus manos temblaban mientras releía aquel escrito, solo era un trámite legal más, pero para todos la última esperanza.

 

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