FALSAS APARIENCIAS

Belén Sáenz Montero · MADRID 

Me han citado en el reservado del restaurante más caro de la ciudad. Cuántas veces habré admirado la brillante cristalería y los blanquísimos manteles desde la calle, cuando iba del juzgado a la pensión, pero nunca soñé con tenerlos a mi alcance. No tengo la más mínima sospecha sobre quién puede ser mi anfitrión, pero he decidido dejarme llevar. El almuerzo, exquisito, se desarrolla entre buenos vinos y mejor conversación. Las viandas y la tenue música me relajan y noto que estoy perdiendo la concentración. Oigo palabras que apenas reconozco; resuenan en las paredes como envueltas en algodón. Me excuso para ir al aseo. Tengo las pupilas dilatadas y el paladar acorchado. Busco el pañuelo y encuentro en el bolsillo un sobre rebosante de billetes. Me temo que no debí gastarle al bocazas de mi cuñado la broma de que soy el encargado de habilitar a los miembros del jurado.

 

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