Ilustración: Juan Hervás


Crisis de valores

Sara Bento · Madrid 

Amadeo, el conserje del despacho, era un hombre bueno, sin un atisbo de malicia. Aún lo recuerdo con su carrito, repartiendo la correspondencia, colocando los calendarios, rellenando de folios las impresoras. Siempre sonriendo. Muy pocos en el despacho sabíamos de aquella deuda por reclamar, aquel aval maldito para su hija, aquella hipoteca, aquel desahucio. A la vuelta de las vacaciones, mientras brindábamos y desgranábamos los nuevos propósitos para el Nuevo Año, Amadeo fue despedido. La crisis, ya se sabe. Los primeros días Amadeo vino a saludarnos. Luego se sentaba en un banco, entre palomas y periódicos gratuitos. La semana pasada me lo encontré allí, mientras acompañaba a mi cliente, un banquero acusado de perjurio y estafa. Me alargó la mano, tembloroso, aún sonriente, a pesar de su aspecto desaliñado. ¿Qué tal Eduardo, te acuerdas de mí? ¿No me presentas a tu amigo?

 

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