A CIENTO CINCUENTA EN CIENTO CINCUENTA

César Albaladejo García · Barcelona 

No llego. De vuelta al despacho a recoger las documentales olvidadas. No llego. Llevo la Vespa al límite por calles atestadas, esquivando cláxones e insultos. Arranco jadeante la carpetilla de la mesa, sumergida bajo el nuevo calendario donde ayer anoté mis propósitos anuales. Sonrío y salgo disparado. Pienso en el verbal que me espera. Reloj. No llego. Hago uso con malicia de mi vasta experiencia como motorista de ciudad. Me cuelo por espacios inverosímiles, hasta salir primero en mil semáforos. Aparco mal ante la Ciudad Judicial. Exhausto. Quedan tres minutos. Puertas giratorias y gentes pasando controles de seguridad. Accedo por el de abogados y subo corriendo a la sala de togas, pensando en el interrogatorio y en como dejar en evidencia el perjurio que cometerá esa mujer. Es la hora. Atisbo al grupo ante la sala y comunican que el juicio se suspenderá. Pueden ustedes reclamar, dicen. Reclamar qué.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión