Guisos caseros
María Gil SierraCuando murió mi madre, encontré consuelo en un restaurante próximo a mi despacho. Sus sopas conseguían trasladarme a momentos felices de la niñez. Las manos de Amelia, su cocinera, lograban tal prodigio. Hasta que la pandemia cerró el local. Un día la vi en la televisión, haciendo cola para recibir alimentos gratuitos. Pensé que era mi oportunidad. Aunque el dolor por una pérdida resulte imposible de erradicar, ella había contribuido a paliarlo. Así que la busqué. Estaba sin empleo y temía el desahucio. Como abogada, lucharía por evitarlo. La ley debe proteger a la población más vulnerable, y su familia pertenecía a ese colectivo. Aquella noche, soñé con una caracola. La acerqué al oído y escuché la voz de mi madre pidiéndome que empleara su herencia con bondad. Al despertar, había arena de playa entre mis sábanas. Entonces lo decidí. Acabo de abrir un restaurante y Amelia es la chef.
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Me gusta, María. Es un relato tierno, emotivo y bien escrito. Felicidades (y mi voto).
La justicia encuentra caminos para llegar donde más falta hace. Si la ley no protege a una familia vulnerable, una experta en leyes puede hacer que salgan adelante, encontrar al mismo tiempo una fuente de ingresos extra, formar parte de una nueva familia y tener buenos platos garantizados cada día. Un negocio redondo.
Un relato que demuestra que en este mundo tan implacable a veces, la bondad siempre tiene premio.
Un abrazo y suerte, María.
A veces, la felicidad nos llega de los más vulnerables. Cuando les prestamos ayuda, normalmente, recibimos de ellos mucho más de lo que les damos.
Hermoso micro, María. Te deseo muchísima suerte y voto por Amelia.
Besos apretados.
Me encanta:» Aquella noche soñé con una caracola. La acerqué al oído y escuché que mi madre…Al despertar, había arena de playa entre mis sábanas».
Excelente relato, Ana María. Te deseo mucha suerte y te doy mi voto
Una historia de reciprocidad. Los buenos momentos que a la protagonista le procuró la cocinera bien merecían, en memoria de la madre, esa fantástica ayuda.
Enhorabuena y suerte.
Un abrazo.
Que historia más bonita María. Recordar los guisos de nuestras madres, evitar desahucios, soñar con caracolas…, incluso sentir la arena entre las sábanas… Todo hasta llegar a ese final feliz.
Felicidades por tu relato y cuenta con mi voto.
Saludos.
Una pequeña novela en mi micro tan tierno como bien escrito. Enhorabuena, mi voto, y un saludo