Imagen de perfilCuestiones de vecindad

Juan José Castillo Peñarrocha 

En un alarde de desvergüenza, mi insidioso vecino ordenó descargar la montaña de arena sobre el mismo linde. Sin siquiera haber iniciado la tramitación de la licencia de obras, el colindante se proponía trazar dos calles de su nueva piscina sobre un lateral de mi diáfana parcela. Precisamente donde proyectaba construir mi hermosa barbacoa.
Necesitaba investigar el verdadero origen de una osadía que parecía situarse por encima del bien y del mal. Formulada la correspondiente denuncia, decidí dedicar parte de mis honorarios a la contratación de un detective privado. Al fin y al cabo la litigación corría de mi cuenta.
No me arredraron los atemorizantes informes. Utilicé la arena descargada sobre mi lado, en la elaboración de la argamasa de mi barbacoa. La levanté junto al lindero, alta como un castillo, y al grito de “¡nos vemos en los juzgados!”, exultante y revestido con mi toga nueva, encendí la leña.

 

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