Importante cambio

Maribel Romero Soler · Elche (Alicante) 

Nunca quise ser juez. A mí lo que de verdad me gustaba era el circo, pero mi padre, Magistrado de la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, fue el encargado de dirigir cada uno de mis pasos. Cuando falleció colgué la toga. Hoy soy payaso. Visto una camisola amarillo limón, uso zapatos grandes, nariz roja y peluca azul, y el único código que dirige mi vida es la voluntad. Soy feliz. Hace ya seis meses que abandoné los juzgados ante el estupor de mis colegas —que de vez en cuando vienen a visitarme bajo la carpa— y acabo de cerrar mi piso de trescientos metros en la zona más lujosa de la ciudad. ¿El único problema? La mudanza: no me cabe el piano en la roulotte.

 

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