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Marcos González Rusell 

Nos presentamos a la selección de profesionales con expedientes extraordinarios. Fuimos elegidos. Dos de cada profesión para poblar el nuevo planeta.
La tecnología allí era tan futurista que asustaba. La industria de la automoción había dado un salto tremendo, sólo había bicis y patinetes voladores. Nuestra adaptación fue rápida y sencilla. Lo peor, el idioma, eran de pocas palabras. Aprendieron bastante de los errores terrícolas y determinado tipo de producción estaba prohibida.
Sin embargo, echábamos de menos a nuestros familiares, tomarnos algo con los compañeros al salir del trabajo, la cháchara en general, los bares en particular. Decidimos invertir nuestros ahorros para viajar a la Tierra y que nuestro hijo conociese a sus abuelos.
No puedo decir lo que más nos desconcertó, si la autodestrucción de la nave espacial nada más poner los pies en el planeta azul o las incipientes antenitas que le están saliendo a nuestro hijo.

 

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