Imagen de perfilEl futuro siempre llega

Patricia Collazo González 

Que lo llamasen con el eufemismo “renovación de plantilla” no hacía más fácil aceptar que el despido era cuestión de días. Llevaba trabajando en aquel despacho desde que, recién terminada la carrera, era una joven abogada cargada de un entusiasmo infinito, que había conquistado a Don Eduardo, el socio fundador. Primero en lo profesional, más tarde en lo personal.

Pero él había muerto, y eran sus hijos los que tenían en las manos sentenciar su futuro. Esos mismos que de pequeños habían sido la excusa para aplazar el momento de dejarlo todo por ella. Ese momento que nunca había llegado.

Ella era ahora una mujer que gastaba fortunas en crema para las arrugas, y llegaba cada día a trabajar pensando que sería el último. Como cuando él le juraba que ese sería el último verano que pasarían separados. Solo que esta vez, el futuro se haría verdad.

 

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