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ÁNGELA FERNÁNDEZ CARRERO 

El compañero le pegó un meneo, él yacía exhausto sobre la mesa recitando incongruentes oraciones: —¡Protesto! ¡Con la venia! Como si de la más fervorosa plegaria se tratase.

Los folios del expediente se repartían por la sala cual pandemia sin vacuna. Era para el aprendiz muy difícil solventar ese asunto, innombrable, pero que al día siguiente defendería ante el temido pero no menos honorable juez.

Ante la trepidante estampa, el veterano y avezado letrado le cogió por los hombros y mirándole fijamente dijo a su pupilo: —hay dos opciones; huir cual roedor pradera abajo o aprovechar el tiempo.

El paladín respiró profundamente y recogió la documentación que le sitiaba. Durante la noche se apreció desde la calle la tenue luz de los flexos y el aroma a café, testigo de tenacidad y experiencia, quienes aunaron esfuerzos para el determinante momento.

No cabe rendirse, forma parte del ADN de la profesión.

 

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