Imagen de perfilOjalá te mueras

Laura Arjonilla Cristóbal 

– ¡Ojalá te mueras!
Corría el año 1992 cuando tales palabras salieron de su boca como proyectiles, acompañadas del estruendo de una puerta cerrándose con un violento meneo.
Tres meses después, mientras agarraba su mano como un náufrago aferrándose a su tabla salvadora, aquel grito cobró la forma de un deseo concedido. Sus súplicas no pudieron solventar la situación. Como una broma de la vida, su madre le otorgaba, como desde que nació, lo que había pedido. Se fue, dejando cojos un bufete y una familia.
Le conocí en el año 2012, en un congreso sobre limitación de la libertad en supuestos de pandemia. El bufete conservaba el nombre de su madre. Él llevaba el litigar en su ADN. Tomamos un café en la terraza del Hotel, frente a una florida pradera. Le pregunté por su vocación. Fue conciso.
– Una vez cometí un delito imposible. Estoy cumpliendo cadena perpetua.

 

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