Imagen de perfilNOVELA INCONCLUSA

Ignacio Rubio Arese 

Como escritor y activista que soy, además de abogado, jamás meneo un dedo en auxilio de un cliente sin antes consultarlo con Atticus Mandela, protagonista de mi novela en ciernes, sabio alter ego. Ávido de sus rebeldes consejos, me siento cada tarde con mi portátil en la pradera de San Isidro, tecleo un nuevo capítulo y él, como si llevase impreso en su ADN un bestiario de respuestas subversivas, me susurra audaces modos de solventar las dificultades de cada caso. Me he vuelto el Superman de los oprimidos, el terror de los fondos buitre.
Estaba a punto de publicar mi obra cuando, misteriosamente, se me inundó el ordenador de virus y tuve que resetearlo para sofocar la pandemia. Desde entonces, mi personaje se ha vuelto codicioso, intrigante, calculador. Me incita a defender a los implicados en la operación Lezo en vez de paralizar desahucios. He dejado inconclusa la novela. Lástima.

 

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