Llegó demasiado pronto
Miguel Tercero CalderónAlejandro tenía una papeleta difícil de solventar. Las maniobras de la multinacional farmacéutica para evitar el juicio habían sido múltiples, incluyendo una suculenta oferta económica para él mismo si se retiraba del caso recomendando a sus clientes aceptar las indemnizaciones. Ciertamente, a las víctimas de la manipulación del ADN en el marco de un experimento genético no controlado les habría venido muy bien el dinero; seguir adelante con el proceso sólo les garantizaba continuar el meneo al que llevaban sometidos los últimos años. Pero estaba en juego algo mucho más importante: dirimir la responsabilidad de quienes, jugando a ser dioses en la fértil pradera de la investigación biomédica, habían arriesgado la salud de sus pacientes, rozando incluso la pandemia en caso de haber extendido el tratamiento. Y es que no todo se puede comprar con dinero. Alejandro lo sabe, y por eso está en la sala pidiendo la venia.