Drama decimonónico (y un poco esdrújulo)

Mª ISABEL LÓPEZ-CARRASCO CASADO · Madrid 

Era el mejor de sus vástagos. Nunca hubo más óptima rama de ese árbol jurídico. El padre, académico ilustre abogado; el primogénito, enciclopédico exitoso letrado. Cuando nació supo que sería dignísimo discípulo de su forense práctica. En vez de corazón latía en él una brújula orientada hacia la rectitud, los códigos, veredictos y dictámenes. No sintió vértigo al aceptar la defensa de aquella beldad, cónyuge cómplice en el trágico crimen de su esposo británico. Pero la víscera que latía en la hermosa malvada era un gélido e impávido carámbano helado, rígido y resuelto a un pronóstico clásico: perdición y ruina de su próxima víctima. Y había de ser él. La pérfida pócima que le hizo inhalar, borró de su espíritu la técnica, el método y la noble enseñanza del progenitor. Tres meses bastaron y su éxito antiguo volviose catástrofe por pena de amor. Quimérica sátira del príncipe azul.

 

 

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